Existe un desprecio hacia la ciencia. Así de rotundo se muestra
el autor. No
se trata de un desinterés o de una desafección, sino de un
auténtico
desprecio. La imagen mediática que se proyecta del científico es un friki, un raro al que podemos señalar con el dedo y reírnos, o en todo
caso
temer, pero no es alguien a quien admirar o emular. A veces puede dar la impresión de que la tecnología funciona como
la magia, agitamos una varita y tenemos un resultado inmediato... y
barato. Esta ignorancia y entusiasmo eclipsa todo la ciencia que hay
detrás.